Sí, amamantar a tu bebé puede crear un vínculo invaluable, así como contribuir a su desarrollo y nutrición (lee más sobre los beneficios de la lactancia aquí), pero ¿es seguro seguir amamantando después del primer año? ¿Cuándo es necesario dejar de ofrecerle pecho a tu bebé?
La respuesta a estas preguntas es sencilla, y se conoce como lactancia materna en niños mayores a un año. Aquí te contamos más sobre este tema para ayudarte a tomar una decisión informada.
Desde la antigüedad y en casi todos los países del mundo, la lactancia materna estuvo presente en la dieta de los niños de hasta 2 o 3 años de edad. Sin embargo, a comienzos del siglo XX y con la industrialización, el destete comenzó a darse a edades más tempranas. Hoy en día, en la gran mayoría de los países occidentales, amamantar después del primer año del bebé es algo que se ve poco y que, en muchas ocasiones, provoca que las mamás se sientan rechazadas socialmente por tomar esta decisión1.
A la práctica de amamantar después del primer año de edad, se le conoce comúnmente como “lactancia materna prolongada”. Sin embargo, algunos expertos prefieren no usar este término, puesto que puede dar pie a confusiones: la palabra prolongar sugiere que algo se extiende más allá del tiempo recomendado cuando, en realidad, amamantar después del primer año es una meta buscada en el cuidado de la salud mamá-bebé. Pensando en todo esto, algunos de ellos buscan eliminar el adjetivo “prolongada” al hablar de lactancia materna en niños mayores de un año, con el fin de normalizar esta práctica1.
Por más que pase el tiempo, la leche materna no pierde sus beneficios. Aunque amamantar después del primer año sigue siendo un tabú en muchas culturas, puede ser un gran aliado para apoyar el desarrollo y la nutrición de tu bebé. Estas son tan solo algunas de las ventajas de continuar ofreciendo leche materna después del primer año.
Reduce el riesgo de sobrepeso y obesidad durante la infancia y la adolescencia, así como de padecer diabetes o afecciones cardiovasculares2,3.
Puede proteger a tu bebé de enfermedades infecciosas; en especial de la diarrea o de algunas afecciones respiratorias, como la neumonía2,3.
Ayuda en la prevención de casos de otitis media en los primeros dos años de vida de tu bebé3.
La leche materna es una gran aliada para combatir la deshidratación cuando tu bebé se recupera de alguna infección2.
El contacto piel a piel, que se produce cuando estás amamantando a tu pequeño, fomenta y estrecha el vínculo entre ambos3.
Podría ayudar a prevenir reacciones alérgicas, eczema, asma y dermatitis atópica en tu bebé3.
Después del primer año de lactancia aumentan los niveles de grasa en la leche materna, por lo que esta sigue siendo un alimento completo y nutritivo para tu pequeño3.
Para mamá también hay beneficios: amamantar de forma extendida podría aminorar el riesgo de padecer diabetes tipo 2, cáncer de mama y ovario, hipertensión, entre otros padecimientos1.
Hasta el momento, no se ha encontrado evidencia alguna de que amamantar después del primer año de vida sea riesgoso, tanto para mamá como para bebé. Tampoco se ha comprobado que exista riesgo al continuar amamantando al hijo mayor en un nuevo embarazo (sin embargo, solo tu médico puede evaluar tu caso y recomendarte lo mejor basado en tu historia clínica)1.
En esencia, la mayor desventaja de la lactancia en niños mayores es, quizás, el prejuicio que existe sobre amamantar después del primer año. Ya sea por falta de evidencia científica o por tabú, las mamás que deciden continuar la lactancia en muchas ocasiones se enfrentan con actitudes o comentarios hostiles en su entorno social o profesional. Es importante que, sea cual sea tu decisión como mamá, elijas de manera informada y con el asesoramiento de tu médico de cabecera1.
La Organización Mundial de la Salud, las Academias Americana y Española de Pediatría, la UNICEF, entre otras instituciones, recomiendan ofrecer la lactancia materna a libre demanda por lo menos hasta los 2 años de edad o al tiempo que tú como mamá lo desees1, 2, 4.
Sin embargo, debes tener cuidado de hacer el destete de forma paulatina y sin negar el pecho cuando tu bebé te lo pida. Puedes comenzar negociando algunos horarios o situaciones con tu hij@ (por ejemplo, antes de irse a dormir o tomas con una duración determinada). Finalmente, no olvides que la lactancia genera un vínculo muy estrecho entre mamá y bebé; ten en mente algunas estrategias que te ayuden a reorientar la necesidad de contacto de tu pequeño para que este proceso no resulte tan pesado tanto para ti como para él1.
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